Biografía

Una voz amaestrada por la tradición oral, como medio inmemorable de conservar los conocimientos ancestrales y culturales, es el instrumento que Diana Hernández ha explorado con pasión, humildad y una gran apertura, en uno de los iconos musicales de la música folclórica colombiana: el bullerengue.

Fueron sus ancestros directos, quienes desde muy pequeña le trasmitieron ese amor poderoso por el canto. Ha sido tan relevante la música en su familia, que Diana recalca como su padre enamoro a su mama con vallenatos, ritmos ajenos a las tierras santandereanas, de donde originalmente se creo el núcleo familiar de esta joven cantaora.

Su espíritu mulato puede despistar a un regionalista colombiano. Diana en su manera de hablar, trasmite que ella no es de una región, sino de una vibración de tierras que se proyectan con el ritmo cadencioso de las caderas y las cotidianidades reflejadas en cantos sencillos, donde la pregunta y la respuesta juguetean y se complementan entre coro y cantaora.

Seria recatado decir que esta joven empezó sus estudios musicales desde pequeña; más bien es certero, que en el vientre de su madre, ya se arrullaba con los cantos costeros o las sinfonías santandereanas.

Con sus 24 años, Diana tiene un recorrido musical heterogéneo. Desde niña, aprendió a cantar y bailar bambucos, llevándola a la corta edad de 4 años a formar junto con su hermano, Fabián Hernández, un grupo de música andina con el cual fue reconocida en varios festivales de música. Ahora y durante sus estudios en la academia desde los 6 años, Diana se ha acercado a las formas de emitir la voz con la técnica del canto lírico, la cual le ha dado una pauta para que su voz suene con sabor africano. Diana reconoce que la técnica musical, le ha ayudado a codificar lo que las cantaoras veteranas crean con la voz.

Durante su trayectoria musical, más de una docena de premios ha magnetizado, entre ellos el gran premio Mono Núñez 2003 y el más reciente, a la categoría folclórica, con su grupo Maria Mulata, en el reconocido festival chileno Viña del Mar del 2007.

Unión de dos razas

Diana aclara, que a pesar de que en Colombia se vive un racismo mutuo, ella reconoce y resalta las características de improvisación y composición de sus grandes maestras bullerengueras, como Etelvina Maldonado, Eulalia González, Eloísa Garcés y Eustiquia Amaranto, entre tantas herederas del baile cantado mas antiguo, que aun conserva su esencia africana y tiene un tradición oral dinámica, en zonas como Antioquia, Córdoba y Bolívar.

Maria Mulata lo que quiere emitir es una unificación de las dos razas como integración de Colombia a través de la música. “Lo que queremos es sacar a la luz, no rescatar”, asegura la cantante, reafirmando que el Bullerengue siempre ha estado presente, y es muy grato que quienes no lo han vivido, empiecen a escucharlo.

Itinerario de Tambores, el primer álbum de la agrupación Maria Mulata, contiene dos discos. Uno de ellos, es una complicación de 28 canciones registradas por diversas cantaoras, en la travesía de investigación que Diana Hernández y su productor Leonardo Gómez, emprendieron por las zonas del departamento de Bolívar y el Golfo de Urabá, donde el bullerengue late con los tambores, el coro y la feminidad lucida de la cantaora. El otro disco, es el reflejo personal del grupo Maria Mulata, en el cual predominan el bullerengue y la chalupa, recreando canciones de tradición oral como otras compuestas por la cantaora.

Fue con la canción Me duele el Alma, compuesta por Diana y Leonardo, que Viña del Mar los premio y reconoció, aflorando variedad de propuestas. Además de las diversas presentaciones en Colombia, en Octubre, participaran en un festival de percusión en Corea y en el 2008 viajaran al festival de músicos del mundo en México y Perú. Hay una tentativa en Nueva York para participar en el concierto Las tres Marías, junto con Maria Betania de Brasil y Maria Rivas de Venezuela, que pronto esta por concretarse.

El mayor anhelo de la joven bullerenguera, es unir a Colombia en un solo disco, con un formato que se pueda moldear a los diversos ritmos colombianos, explorando la voz como instrumento, y sacando a la luz músicas escondidas como del Amazonas, donde los ritmos brasileros, peruanos y colombianos festejan su fusión.

Si se escucha Maria Mulata a ojos cerrados, Diana recrea en el oyente, una mujer de piel marrón, hija seguramente de todas las cantaoras que de algún modo le han dado esa tez calida y alegre a su alma, prometiendo ser para ellas, su más cercana heredera. Si se le ve bailar y sacar ese dinamismo de su canto, el oyente no recrea, sino se extasía sintiendo el mestizaje, que un grupo solo de esta tonalidad, puede contener una cantaora que enigmatiza a Colombia.

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